Arquitectos y Dirección de Obra:
Juan Elvira Peña, Clara Murado López
Esta vivienda comienza con el deseo del cliente de ver el sol poniente y el fuego de la chimenea simultáneamente, y en segundo lugar la posibilidad de tener una casa casi inexpugnable cuando no fuera usada, sin por ello perder pleno contacto con la naturaleza que la rodea. El primer requerimiento, junto con los habituales de óptimo comportamiento climático y de adecuación funcional, condiciona la organización de los ámbitos de la vivienda. Además, la casa se acomoda a la disposición de los alcornoques y encinas que la rodean, un dato clave en la configuración definitiva de la planta. El segundo determina la solución constructiva que satisface la relación entre el interior y el exterior. Para ello se dispone una ligera estructura capaz de soportar grandes puertas correderas de madera. Una vez cerradas, el interior está protegido, mientras que al abrirse queda expuesto generosamente al exterior. Con ello, la vivienda expande sus dominios más allá de sus propios límites, diluyéndolos, apropiándose del espacio que la rodea, y convirtiendo la naturaleza exterior en un espacio doméstico más