Para acoger la colección de arte Fluxus cedida al
Museo que Wolf Vostell había creado en Malpartida
a mediados de los años ochenta, se decidió la
rehabilitación de una serie de dependencias en
ruinas pertenecientes al antiguo lavadero de lanas
de los Barruecos.
El complejo cultural resultante, de gran valor
medioambiental, está compuesto por numerosas
naves de construcción tradicional (generalmente
muros de tapial o mampostería y arcos y bóvedas
de ladrillo) que se articulan en torno a espacios
empedrados que servían para secar la lana. Una vez
ampliado, el conjunto preindustrial, junto a las obras
de arte que contiene y su entorno natural, adquiere
trascendencia paisajística y etnográfica además de
artística y arquitectónica: la integración entre arte,
naturaleza y vida que el artista alemán preconizaba.
En las tareas de consolidación, restauración y
rehabilitación, la rigidez de la estructura existente
favorece una asignación clara del programa y las
obras, expuestas con luz cenital. La actuación desvela
añadidos y aparejos heterogéneos superpuestos,
sin corregir desplomes ni deterioros de la fábrica,
respetando su tipología formal y constructiva en la
adaptación al uso actual.