La antigua prisión de Badajoz, construida en 1942
sobre el emplazamiento del fuerte de Pardaleras, fue
objeto a mediados de los años noventa de una profunda
reconversión. La nueva vocación del edificio
replanteaba la importancia estratégica de la ciudad
y su futuro en la zona fronteriza, insertándola de lleno
en el circuito de las manifestaciones culturales de
vanguardia.
El proyecto recuperó el eje que unía el fuerte del
siglo XVII con la muralla de la ciudad siguiendo la
dirección norte-sur como argumento compositivo,
organizando el programa museístico y conectando los
dos accesos principales del solar trapezoidal. En su
proceso de transformación, se prescindió de las naves
radiales de la antigua cárcel y se recuperó la estructura
cilíndrica de hormigón del panóptico para albergar en
su interior la colección permanente. Bajo este volumen
de ladrillo casi ciego (que se ha convertido en la
imagen más reconocible del museo) una gran sala
hipóstila enterrada acoge las exposiciones temporales.
En el extremo sur del eje, un pequeño edificio administrativo
cúbico contiene la biblioteca, el auditorio y
otras dependencias de servicio. El museo amplía su
oferta en los jardines exteriores, donde terrazas ajardinadas,
muros, y pérgolas se combinan con palmeras,
paseos y esculturas para formar un entorno cultural
y recreativo en contacto con la ciudad.