A pesar de ser uno de los mejores representantes
del románico en la ciudad, los vestigios de la iglesia
de la Magdalena llevaban en estado de abandono
desde principios del siglo XIX.
Para recuperar el conjunto fue necesario dotarlo
de las instalaciones necesarias para usarlo como
espacio expositivo, por lo que fue necesario cuidar
en especial los espacios entre la estructura original
y las nuevas intervenciones con el objetivo de presentar
un ente arquitectónico unitario.
El proyecto ambiciona que la nueva edificación
conviva armónicamente con las construcciones
medievales. Algunas estrategias de rehabilitación
del espacio público consisten en la recuperación
de la secuencia de espacios intermedios que circundan
los restos murarios arropados por la muralla,
así como la conformación de un nuevo frente
urbano.
Dos paramentos de hormigón ciegan los ábsides,
a excepción de unas rasgaduras verticales
de vidrio, que permiten una conexión visual con el
exterior. A través de ellos se ilumina un interior duplicado
por los espejos que revisten interiormente
los muros de nueva construcción.