Ubicado sobre unos antiguos huertos frutales, en un
solar de geometría compleja, el edificio busca cierto
grado de abstracción que le confiera identidad propia
frente al conglomerado construido que le rodea.
Las nueve viviendas se reparten entre dos bloques
de cuatro y cinco viviendas respectivamente, que forman
una L abierta, de manera que la orientación predominante
es la sureste. Entre ambos, un espacio intermedio
a modo de charnela, permite un mayor soleamiento del
bloque más septentrional.
Las viviendas crean un frente continuo a la calle,
de la que se protegen mediante una serie de patios
que sirven de umbral de entrada y que ofrecen resguardo
ante el constante flujo de vehículos y personas
que conlleva su cercanía a la estación de autobuses.
En la fachada oeste, unos jardines permiten que las
estancias de planta baja (estancias de día) se abran al
exterior manteniendo la privacidad. En la primera planta
aparecen los característicos balcones de chapa roja de
los dormitorios. Una última estancia en planta de cubiertas,
permite disfrutar de las vistas de la Sierra de San
Pedro, en la frontera con Portugal.