La ambición fundamental de este edificio es la construcción de un jardín autosuficiente de biotopos locales que ocupe la máxima superficie posible del solar, y acompañado por el mínimo edificio necesario, con el fin de introducir un nuevo espacio abierto en la ciudad. El terreno donde se implanta tiene una ligera pendiente y está delimitado por una manzana de viviendas unifamiliares adosadas. Frente a él se encuentra la plaza de toros de la ciudad. La volumentría en tres plantas del edificio procura respetar la escala del lugar, cubre las medianeras y localiza sus espacios a las orientaciones más adecuadas a cada uso específico. El área funcional y las salas de trabajo están elevadas sobre el suelo, en un doble gesto de protección del conocimiento científico y visibilidad en la escala lejana, que dota al edificio de su carácter institucional y público, y optimiza los recursos y recorridos en su interior. El resto de actividades se organizan en torno al vestíbulo-sala de exposiciones, situado en el nivel de ingreso. Estos espacios, dotados de accesos independientes para personal y visitantes, se conectan mediante una cubierta-celosía que tamiza la luz natural e ilumina cenitalmente los espacios públicos. En un gesto de deferencia hacia la ciudad, una plaza antecede la entrada principal. Desde aquí una suave rampa conecta con el vestíbulo, que contiene el control de acceso, guardarropa y foyer principal. Un espacio iluminado cenitalmente y abierto a los jardines de biotopos locales. Desde aquí se despliegan todas las circulaciones hacia cada zona funcional: el área de trabajo con su núcleo de comunicaciones y área de vicepresidencia, también con sus circulaciones verticales indepentientes. Un muro de hormigón teñido con textura de cañizo envuelve los diversos volúmenes funcionales, horadándose con patios y celosías metálicas que son a la vez parasol y estructura.