El CCMI traza sobre el terreno una retícula anónima y serena. El sobrio volumen de hormigón tallado se eleva y envuelve por una cerca de piedra concertada. La edificación de apariencia sólida y hermética resulta nítida en su organización interna y versátil en sus compartimentaciones. La inserción de llenos y vacíos, espacios de luz y sombra, clarifica y pauta el programa funcional. Los quirófanos y laboratorios ocupan el centro, salpicado de pequeños patios rectangulares y un gran lucernario que aligeran e iluminan la densa edificación. Por su parte, el animalario se ubica en el extremo oriental. Éste sector se proyecta sobre pilares de altura acorde con la descarga de camiones, de modo que entre el terreno y el forjado aparece una cámara ventilada que permite el registro de las instalaciones de agua y saneamiento. De manera análoga, y como continuación del anterior, el suelo del área quirúrgica permite albergar un semisótano de aparcamiento que alivia la ocupación (por vehículos) del escaso terreno circundante. Por su parte, los espacios de relación, administrativos y de informática, ocupan sendas plantas al fondo del gran espacio de acogida presidido por un estanque, y se abren mediante corredores y ventanales a las áreas ajardinadas. Tan sólo la residencia rompe el perímetro de la retícula, con el objeto formalizar un espacio de acceso propio y lograr una orientación óptima de sus habitaciones. Las estancias se asoman así a patios y estos a su vez se abren al horizonte, como estrategia acorde con la escala de una edificación atenta a los vientos dominantes, a la iluminación y ventilación natural e interesada en la utilización de energías renovables.