La intención de los arquitectos de este centro de educación
infantil fue construir para los alumnos una experiencia
amable de llegada al interior de sus aulas. Su arquitectura
busca referentes que permitan a los niños hacer una
transición más acogedora entre su casa y la escuela. Para
ello la cubierta se muestra como elemento protector y
predominante, que se pliega buscando una imagen reconocible
y 'cordial'. El porche avanza invitando a los alumnos
a entrar para aprender y jugar. El edificio combina además
una escala propia de los niños, visible en el uso de las
ventanas dimensionadas para que las puedan tocar y ver
el exterior a través de ellas, y otra propia de los adultos.
La sección, con diferentes alturas y techos que suben
y bajan, confecciona un paisaje interior variado que
enriquece la vivencia espacial de las aulas.